Solo por escribir

Es interesante lo que uno hace, cuando no se tiene otra cosa que hacer. No puedo dejar de escribir, y lo comparto con todos ustedes :)

martes, 9 de octubre de 2018

Del poema 20


Recostado sobre el pasto, sin que el rocío de la noche mengüe su debilitado amor nostálgico, Pablo observa la inmensidad del cielo impregnado de estrellas. Como en un verso, equipara las rimas con el lejano fulgor celeste. Quiere escribir ese verso, ese triste verso pero no lo hace, aunque podría.

Rodeado de una oscuridad apenas derrotada por el brillo estelar, a Pablo lo atacan recuerdos de un amor pretérito. Todos los recuerdos convergen hacinados: sus ojos, sus besos, los suspiros al oído y la soledad; el sentir sólo un espacio vacío tras su ausencia.

Oye los ruidos de la noche. El susurro del viento se asemeja a ella cuando canta. Cierra los parpados, los aprieta, al abrirlos su mirada intempestiva la busca, no la encuentra pero la busca. Su cuerpo se estremece y se reprocha por haberla perdido; por permitir que comparta con otro, noches como ésta. Como él alguna vez, alguien más disfrutará sus besos, escuchará su voz y tocará su cuerpo.

Con el alma entristecida, se repite que la quiere e intenta convencerse de ella también a él; aunque sea a veces. Derrotado, piensa en ese último verso, ese triste verso que podría escribir a pesar de dolor, a pesar de tan corto amor, y tan largo olvido.



Alfredo Martínez Pizano


martes, 21 de agosto de 2018

Lo hice por ti


Ocho de la noche en el Auditorio Central. Todo está listo para la gala: las luces, la música, las participantes. Esta es a noche de Ana; la noche que había soñado desde que tenía nueve años. Ese concurso de belleza seria para ella.

     Se preparó con antelación: hizo dieta, salió a correr, refino sus modales; ¡hasta leyó un libro! Hizo lo que debía hacer. Siguió al pie de la letra las recomendaciones que le había hecho Richard: ese hombre mayor que le daba todo.

     Se levanta el telón; pero falta algo, alguien, para ser preciso: Ana.

     Al otro lado de la ciudad, en una pequeña habitación con poca luz; con solo un par de sillas y una mesa, alguien pregunta Ana por lo sucedido:

     ─Le digo que yo no tuve nada que ver, todo fue gracias a él. Comentó Ana mientras se peinaba el cabello con los dedos. ─Él ya estaba así desde temprano. Me dijo que le dolía el pecho; que no podía mover el brazo y que necesitaba ir al hospital. Me pidió que lo llevara; pero le dije que no podía porque esta es mi noche. Él lo sabía: sabía que no me la podía arruinar y por eso decidió morirse, eso creo, es que él me amaba mucho.


Alfredo Martinez Pizano

miércoles, 8 de agosto de 2018

Está por llegar

─Ahí están otra vez, felices e ingenuos─ comentó el gordo Zúñiga a su secretario, mientras observaban el alboroto a través de la ventana.

─Este clima es horrible, no sé cómo la gente se puede llenar de esperanza─ repetía con trémula voz.

En las calles se sentía júbilo por el año venidero. Sabían (o pensaban), que la vida se renueva y que para cada nuevo año hay una nueva oportunidad.

Pero no era así para el gordo Zúñiga. En medio de la algarabía, él solo pensaba en los seis meses de vida que le auguró el médico cinco meses atrás.

Ese invierno será el último para él.


Alfredo Martínez Pizano

viernes, 3 de agosto de 2018

Apóstata


Sin ambages abjuró en medio de la algazara. Estaba demás; pasó demasiado tiempo soportando el encono y tenía el espíritu alicaído. Se prosternó versus la caterva implorando perdón.

Su perorata era clara, pero la ignominia cometida transgredía los principios morales.

Detalló los pormenores de las vicisitudes declarándose impío: aceptó haber copulado con media docena haifas;   enervado en mente y espíritu, sucumbió a la concupiscencia.

Cavilando, sabía que ahí no había lugar para hombres epicúreos como él.

Obnubilado y lleno de vesania, sintió el emético miasma recorrer su garganta hasta excretar todo lo que había en su interior. De un exabrupto tomó la patena, la afiló y cortó sus venas. Su cuerpo, exangüe y decúbito supino, fue abandonado sin apoteosis ni panegíricos.

Desde entonces, en ese lugar, un cenotafio recuerda el fútil destino para todo zafio  apóstata.


Alfredo Martínez Pizano

martes, 31 de julio de 2018

Hasta mañana mi amor

Ya llegué mi vida. Sí ya sé, es un poco tarde lo sé; a veces no es fácil estar aquí. Pero, ¡mírate! Te ves hermosa de blanco y tú siempre diciendo que no te favorece. ¡Cómo no te va a favorecer!  Resalta tus ojos cristalinos (esos que nunca me quieren ver). No entiendo el porqué de tu semblante altivo ni tu mirada perdida, siempre me esquivas la mirada con cierto desdén. Pero eso no importa ¿sabes? Porque… tete… te… porque yo te quiero igual. Ya me volvió este tartamudeo.
                Ayer llovió antes de irme y ya no me pude despedir de ti, por lo menos no como es debido. Discúlpame Paquita, tenía que correr; no es agradable dormir con la ropa mojada. ¿Qué no te besé antes de irme? Bueno, bibi… bi…bien lo sabes que es un poco complicado: don Roberto esta siempre al acecho.
─Eres poco cariñoso─ siempre me lo recuerdas, supongo que ahora un poco más ¿Por eso no volteas a verme? No… no… no seas tan dura conmigo, yo vengo todos los días a verte y siempre platicamos por horas. Ya sé lo que dice la gente, no creas que no me doy cuenta. Supongo que tú lo sabes mejor que yo, porque siempre estás aquí y puedes escucharlo todo. Hablan a mi espalda lo sé, pero son mentiras Paquita, no les creas nada. Nada nada nada nadita nada es cierto: tienen envidia. Tú me quieres y ellos no pueden entender lo nuestro. Hace unos días don Roberto me gritó, ¿lo recuerdas?: « ¡Largo de aquí! ¡No te quiero cerca!», repetía una y otra vez, como si sus gritos o este tonto cristal pudieran evitar lo que sentimos.
Ayer pensé en lo que me dijiste, ¿qué? No, no en dejar de golpearme la cabeza, sabes que no puedo evitarlo (como tampoco puedo evitar caminar de lado a lado). Pensé en eso de buscar ayuda. Quieres ayudarme pero nono… no… no puedo hacerlo Paquita: si lo hago tendría que dejarte, y eso yo no podría, no quiero no quiero y ¡no quiero! A mí me gusta estar aquí… me gusta mucho verte… si pudiera tocarte Paquita, si voltearas a verme, si pudieras acariciarme con tu mano marfilada…
─ ¡Vámonos lejos!
─ ¡Qué! ¡¿Y qué haremos?! ¡¿A dón…
─ ¡Vámonos lejos!
─ Paquita entiende, no es tan fa…
─ ¡Vámonos lejos!
─ ¡¡BASTA MALDITA SEA!! ¡CALLATE! ¡CALLATE! ¡callate!... … … …
¿Ves lo que me haces hacer Paquita? Yo no quería gritarte pero me obb…me oblig… me provocas Paquita. ¡Ya viene don Roberto! Me tengo que ir. No te enojes conmigo, mañana vuelvo.
─ ¡Largo de aquí maldito vagabundo, deja de gritarle a mis maniquíes!

Alfredo Martínez Pizano

viernes, 23 de diciembre de 2016

No esta aquí: debe estar en otro lado

Las palabras, el amor, la nostalgia
no están aquí, deben estar en otro lado.

La amistad, el cariño, la fraternidad...
se clama por su ausencia; están volando.

No lejos de aquí sin embargo,
tal vez al alcance de mi mano.

Cierro los ojos al fin y con el fin
de sentir, sentir lo que esta a mi lado.

Abro los ojos y busco, siempre busco
nunca encuentro pero busco.

No estoy ciego; yo veo y siento
te siento conmigo
siento (pena por) tu amor inmolado
tu amor no esta aquí
debe estar en otro lado.

sábado, 9 de noviembre de 2013

De las cosas que te dije cuando estabas dormida

Ya no me escuchas ni me reclamas el silencio,
ya no me hablas ni me echas de menos.
No me abrazas ni me besas, parece que no es cierto…
ahora duermes, te veo y te siento.

Pero no esperaba que fuera así ni de esta manera.
Estoy contigo, como si no estuviera.
Te hablo de mi sentir, acaricio tu pelo;
Me acerco a ti, despacio y en silencio;
sin querer acaricio tu sexo,
busco tu boca, oscuro y en silencio.

La noche calla y nuestra cama habla; tú, duermes.
Y te digo que mi vida sin ti no es la misma,
que la has colmado de tristezas, de lágrimas y alegrías.
Que he pasado noches recordando tus caricias.
Que me vuelve loco tu cuerpo, la esencia de tu sexo.
No como ni bebo, solo guardo tu recuerdo.
Como niño tonto con juguete nuevo.

Te amo y ni siquiera puedes saberlo,
Lo demuestro día con día, pero no puedes saberlo.
Te amo princesa mía; por ti estoy muriendo.
Pero no me escuchas ni me miras...

Solo estas durmiendo.

L.A.       A.M.P.